Reflexión #3

Hoy es día de confesión. Yo confieso que muchas veces es difícil perdonar a mi esposo. No tanto por el tamaño de la ofensa, sino porque usualmente utilizo la ofensa de mi esposo como un arma contra él cada vez que discutimos, y si lo perdono, si realmente lo perdono, entonces no tengo con qué defenderme, o por lo menos así me siento. Cuando tomo esta actitud, estoy alimentando la contienda y aumentando la queja.

A veces es necesaria una ofensa grande, una que traiga realmente mucho dolor, amargura y enojo, para entender el valor sanador del perdón.

En esencia, el perdón es amor en acción. El perdón nos llevará por un camino y un proceso en el que es posible reemplazar los sentimientos de amargura, enojo y dolor con amor. Pero hay que ser paciente y no rendirse. Vale la pena perdonar y ofrecer disculpas.

Te sucede que cuando perdonas te sientes insatisfecho o sin armadura? cuentanos tu experiencia?